¿Cómo he llegado aquí? ¿qué es lo que realmente he venido a hacer? estas preguntas sobrevuelan mi amplia cabeza mientras escribo desde el hotel Edoya, en pleno corazón de Tokio a 5 minutos de Akihabara (la ciudad electrónica)
Puede que haya venido a currar, a satisfacer mi lado friki, o a cumplir uno de mis sueños de mi vida, pero cuando camino por estas calles me doy cuenta de a que he venido realmente.
Creo que un niño deja de serlo cuando deja de soñar, de sentir curiosidad y soprenderse con cosas cotidianas. Es lo que nos pasa a todos, ley de vida, nos preocupamos más por vivir el día a día que por soñar despiertos.
Por eso le estoy tan agradecido a Japón, por devolverme esa ilusión, por permitirme volver a ser durante unos días ese mocoso que señalaba las cosas mientras decía boquiabierto:
"Alaaaaaa"
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